martes, 19 de junio de 2012

Entre dos palmeras.




Entre dos palmeras. Entre dos palmeras pueden ocurrir infinidad de cosas; podría haber una poltrona. Entre dos palmeras podría ocurrir un primer beso. Entre dos palmeras podría no haber nada y podría haber todo, con su gran cantidad de relativismo. Pero esta noche, solo hubo cielo. La  noche, negra como el carbón o el cieno, se fue transformando. Admitió su derrota y como desde entonces, se escondió tras su atril de canciones paganas y voces rotas. Las farolas, sin su fiel capitana, fueron tirando las armas, poco a poco, casi una a una. Y entre dos palmeras el cielo enaltecido, fue cribando el negro noctámbulo y dejando entrever el fugaz centelleo de un sol nonato concebido para encender. Las dos palmeras, aliviadas por el jubilo del recién nacido, crispaban el cielo con sus despeinadas ramas cañizas al son de la brisa mañanera. Esta noche, las dos palmeras, tuvieron entre sus ramas mil colores de un cielo turbio de lucidez. Esta noche no.... al amanecer.


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